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Hay un error muy común entre los judíos de creer que el judaísmo no ha cambiado nada en los últimos 3000 años de historia y que recién en el siglo XIX con la emancipación, el pensamiento racional moderno y la aparición del judaísmo Reformista, luego el Ortodoxo y finalmente el Conservador el judaísmo cambió por primera vez en forma radical. Es una equivocación pensar que desde el inicio de la historia hasta el siglo XIX todos los judíos hacíamos y creíamos exactamente lo mismo. Si bien es cierto que la modernidad representa un mundo totalmente opuesto al medieval, resulta increíble que algunos piensen que durante toda la antigüedad, la edad media y la modernidad temprana (entre 1492 y 1750) el judaísmo no sufrió ningún cambio y siempre ha sido exactamente igual sin ningún tipo de modificación. Creer que hasta el siglo XIX todos los judíos hacíamos lo mismo y de pronto por culpa del Reformismo todo comenzó a desintegrarse puede erróneamente convencernos que el enemigo principal del judaísmo es el mundo moderno y sus ideales de los cuales el judaísmo inevitablemente forma parte. Es muy fácil y tentador culpar a la ciencia, la emancipación, la secularización, las filosofías modernas, internet, la televisión, la ostentación del cuerpo y la relativización de valores y tradiciones -haciendo que todas las narrativas o textos sean válidos según las perspectivas individuales- como enemigos y causantes del eclipse del judaísmo en la modernidad. Es más cómodo señalar con el dedo algo que esta afuera como responsable de lo que nos sucede dentro. Pero la realidad es que sería mucho mas honesto culpar al propio judaísmo si es que este no logra responder a las inquietudes de la modernidad y los desafíos que esta presenta.
Como algunos están convencidos que el cambio en la tradición judía es un fenómeno moderno, escucho a menudo que “los judíos Ortodoxos son los únicos que han mantenido la tradición exactamente igual desde Moisés hasta el día de hoy y por eso seguimos existiendo como grupo”. Antes de continuar debo decirles que este es el gran mito de algunos judíos Ortodoxos e incluso lo que creen alguno no-Ortodoxos también. Como consecuencia de creer este mito que «el judaísmo Ortodoxo es exactamente igual al judaísmo de Moisés», se desprende la idea que hay ciertos judíos que practican el “Verdadero Judaísmo” o son los “Judíos Genuinos” mientras otros tienen una versión distorsionada cambiando al judaísmo de su estado puro. El problema que surge al arribar a estas conclusiones es convencerse que aquellos judíos que no practican el “Verdadero Judaísmo” representan una amenaza para la continuidad de una tradición que según una creencia Ortodoxa, no ha sufrido modificaciones desde el período bíblico hasta el siglo XXI.
Comencemos preguntándonos: si existe un “Verdadero Judaísmo” ¿por qué hay judíos que practican una versión distorsionada y creen en “lo falso” cuando saben que existe “lo verdadero”? ¿Es por rebeldía? ¿Es por ignorancia? ¿Es por qué “lo verdadero” les resulta “antinatural”? ¿Es porque no practicar el “Judaísmo Verdadero” es más fácil que practicarlo? ¿Es porque el “Judaísmo Verdadero” los obliga a seguir ciertas prácticas que no les gustan y por eso les resulta mejor acomodarlo a lo que les queda cómodo? ¿Es porque resulta irracional? ¿O es porque crecieron en un hogar donde el “Verdadero Judaísmo” no se conocía y por costumbre creen que lo tradicional y “verdadero” es lo que se hace en la casa que uno nació?
Además podríamos preguntarnos: si hay judíos que poseen el “Verdadero Judaísmo” ¿por qué se preocupan por aquellos otros judíos que no están haciendo lo verdadero? ¿Es porque honestamente quieren salvarlos o es porque necesitan convencerlos para así terminar de convencerse ellos mismos que en efecto están practicando el “Verdadero Judaísmo”? ¿Puede ser que en su intento sincero de querer ayudar a los judíos que practican “lo falso” terminan alejándolos más del judaísmo mismo y sus prácticas? Si uno sabe que lo que uno cree y practica es verdadero ¿por qué debería preocuparse y temerle a lo falso o distorsionado? Los judíos que no están practicando el “Verdadero Judaísmo” ¿qué tipo de amenaza realmente representan? ¿Acaso podrían llegar a convencer a otros para que sean como ellos y así puedan ser muchos más los que practican un judaísmo falso? ¿Es tan simple convencer a la gente para que siga ideales distorsionados y falsos? ¿No tendría más sentido que la gente siga los ideales verdaderos?
Incluso podríamos reflexionar: si yo me convenzo que tengo “la verdad” y el otro no la tiene ¿qué tipo de diálogo puedo entablar? ¿Hablaremos como pares o yo me sentiré siempre en superioridad convencido que el otro está errado y en mi deber moral de salvarlo debo corregirlo y hacerle creer lo que yo creo? ¿Con qué autoridad puedo decretarle al otro lo que debe creer? Convencido que existe una sola manera de practicar el judaísmo ¿estoy pacíficamente abierto a dialogar o estoy enchufándole al otro un monólogo del cual estoy ciegamente enamorado?
No se asusten, no voy a responder a todas estas preguntas. Pero si voy a responderle a esa idea que escucho flotar en el aire afirmando que:
…el judaísmo sobrevive porque no ha cambiado nada y los defensores legítimos de esa tradición son los judíos Ortodoxos quienes practican exactamente el mismo judaísmo desde Abraham el patriarca mientras que las otras corrientes judías han acomodado el judaísmo del modo que más cómodo les queda y por eso debemos trabajar para que desaparezcan otras interpretaciones de nuestra tradición porque ellas son la causa de la asimilación, el mal y son peores que el Holocausto.
Si, aunque pueda sorprenderlos, he escuchado este argumento más de una vez mientras un escalofrío me recorría la espalda. Cuando escucho judíos hablar así de otros judíos siento que una vida dedicada al estudio de la Tora y el Talmud se ha malgastado. ¿Cómo zambullirse en los intrincados argumentos del Talmud si ni siquiera puedo “amar al prójimo como me amo a mi mismo”? ¿Puedo amar la verdad de mi prójimo? Amar al prójimo y su verdad (sin que eso signifique que uno cree esa verdad) es tal vez el acto humano mas importante de nuestro tiempo.
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Necesito comenzar aclarando que no tengo absolutamente nada en contra del judaísmo Ortodoxo como tampoco del Reformismo, el Conservadurismo, Jabad Luvabitch ni ninguna de las otras corrientes que existen en la actualidad. No es mi intención argumentar que los diferentes movimientos judíos son unos mejores o peores que los otros ni tampoco quiero sugerir que uno de ellos es “verdadero” y los demás son falsos o distorsionados. No creo que exista algo así en el esfuerzo sincero de todos los judíos por encontrar sentido a sus vidas y su tradición. Si no fuera así tampoco entendería porque Dios permite la multiplicidad de opiniones en el judaísmo. Estando Dios a cargo del devenir histórico ¿debería permitir que existan distintas maneras de entender lo judío? Al mismo tiempo los Rabinos en la Mishna me enseñan que no hay una sola manera de entender la tradición judía ni tampoco una sola manera de entender lo que Dios quiere porque si fuera así Dios no nos hubiese creando tan diferentes los unos a los otros. En la Mishna los Rabinos dicen que cuando un Rey estampa una moneda todas las demás monedas son iguales. Pero cuando el Rey de Reyes estampa un ser humano todos los demás seres humanos son diferentes. (Fuente: Mishna Sanhedrin 4:5)
Escribo desde mi profundo amor no solo hacia el judaísmo y todos los judíos (crean lo que crean y practiquen lo que practiquen) sino hacia todos los seres humanos, compañeros en el espacio-tiempo. Porque lo que más me preocupa es que cada vez que leo otros autores escribiendo sobre estos temas veo que intentan demostrar que lo que ellos creen es la Verdad y todo lo demás es falso. Esto no debe continuar. Debemos intentar ser conscientes de nuestros prejuicios y tratar de ser lo mas objetivos y honestos al mirar la historia y el pasado en términos generales. Al menos la conciencia de esto que acabo de mencionar ya es importante. Definitivamente lo que uno debe hacer como ser humano imperfecto es esforzarse para darse cuenta cuando no esta siendo objetivo (debido a las propias pasiones y justificaciones que uno necesita para sostener la coherencia en lo que dice y hace) y limitarse al querer presentar ciertos aspectos que uno realmente ignora o no puede hablar de ellos sin prejuicios o definiendo de antemano si son buenos o malos, correctos o incorrectos. Esta postura prejuiciosa, tendenciosa, dogmática y binaria (es decir “verdadero o falso”) ha hecho y sigue haciendo mucho daño a la historia, el judaísmo y al mundo. No estoy sugiriendo que en el judaísmo o la vida misma “todo vale” y que “casher o no casher” es una cuestión relativa. No amigos, nada más alejado que esa trivialidad del “da igual” conforma mi pensamiento. Pero nuevamente, si comienzo a escribir ya sabiendo de antemano que lo que voy a decir es la Verdad ¿qué tipo de relación puedo entablar con mi prójimo que tal vez no coincide con esa verdad?
En esta publicación no voy argumentar que hay judíos que practican un “Verdadero Judaísmo” mientras otros practican una versión distorsionada. Tampoco voy a defender un judaísmo en el cual cada uno debe hacer lo que quiere o vivirlo “a su manera”. Lo único que voy a intentar mostrarles es que (a) el judaísmo ha cambiado en repetidas ocasiones y (b) el judaísmo Ortodoxo y los judíos Ortodoxos no necesariamente practican el mismo judaísmo que Moisés o Maimonides practicaban ni lo que ellos mismos llamaban “tradición judía”. De hecho veremos que el judaísmo Ortodoxo es una invención más de la modernidad y el mismo modificó la esencia del judaísmo tanto como lo hizo la Reforma, el Conservadurismo o Jabad Luvabitch.
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Mi argumento principal entonces es que lo constante en el judaísmo no es solo la continuidad sino también el cambio. El judaísmo ha sobrevivido en gran parte porque ha cambiado y los judíos Ortodoxos no practican exactamente el mismo judaísmo que practicaba Abraham. El judaísmo Ortodoxo -al igual que todos los demás judaísmos que conocemos en la actualidad-es una creación moderna en respuesta a los desafíos mismos de la modernidad. Simultáneamente el judaísmo Ortodoxo es una corriente moderna que también ha cambiado al judaísmo en la modernidad y al igual que las demás corrientes los cambios hechos por los Ortodoxos son beneficiosos en un aspecto y peligrosos en otros. (Para más información sobre esto ver mis publicaciones sobre El Judaísmo Ortodoxo y ¿Cuál es la diferencia entre Ortodoxo, Conservador, Reformista y Jabad Luvabitch?)
Judaísmo como el Reformista, el Ortodoxo, el Conservador, el Reconstruccionista, el jasidismo, los mitnagdim (también llamados los opositores del jasidismo), la Neo-Ortodoxia creada por el rabino Hirsch, el jasidismo lituano de Jabad Luvabitch, el movimiento mussar (es decir ético) del Rabino Salanter, el movimiento Aguddat Israel, el Sionismo Ortodoxo, el anti-sionismo Ortodoxo e incluso el movimiento Shas liderado por el Rabino Ovadiah Yosef entre tantos otros grupos judíos que existen en la actualidad, son todas creaciones o construcciones modernas. Todos estos nombres, designaciones, movimientos o corrientes no existían antes del 1750 (¡tan solo los últimos 266 años en más de 4000 años de historia judía!) y por lo tanto debemos dejar en claro que el judaísmo Ortodoxo como cualquier otro judaísmo que existe hoy es claramente una construcción moderna. Todo esto deja en claro que no existe ningún judaísmo en la actualidad que no haya tenido que responder a las influencias y desafíos de la modernidad.
En la modernidad muchas cosas cambiaron. Pero quiero que noten que las reacciones de los judíos frente a los eventos sucedidos en su milenaria historia nos demuestran una y otra vez que los judíos mismos modificaron la estructura orgánica del judaísmo en repetidas ocasiones incluso antes de la modernidad y el período medieval.
Veamos algunos ejemplos.
Todos sabemos que el judaísmo que Moisés practicaba no era exactamente el mismo que Rabbi Akiva practicaba luego de la destrucción del Gran Templo cuando los Cohanim se quedaron sin empleo (ya que vivían para el Templo y el mismo fue destruído) y la palabra “Rabino” ni siquiera existía en el vocabulario hebreo. Moisés jamás hubiese entendido si un hebreo le hubiera preguntado en medio del desierto “¿qué ponemos en la keara durante la noche del Seder?”. Por otro lado el judaísmo que practicaba Maimonides en el siglo XII en la España Medieval bajo dominación islámica no era exactamente el mismo que practicaba Rabbi Akiva quien jamás escucho hablar de una religión llamada Islam. Ni siquiera nosotros hoy en la modernidad practicamos el mismo judaísmo que Maimonides practicaba ya que el jamás se imaginó que surgiría un movimiento Ortodoxo, Reformista, Conservador, Jabad Luvabitch o incluso y aún más complejo de explicar, algo llamado “Sionismo”. Claramente lo que sucede en la historia mundial afecta la historia judía.
En el tiempo bíblico por ejemplo, la esclavitud era aceptada. En la época en que los Rabinos terminaban de escribir el Talmud la esclavitud era aceptada. Hasta el siglo XVIII entre muchos judíos formados y bien educados la esclavitud era algo aceptado. Hoy no existe ninguna corriente judía que defienda la esclavitud. Dejar de tener esclavos fue un proceso social que sucedió en la conciencia humana mundial y cambió la historia judía también.
Quitar los instrumentos musicales de los servicios religiosos judíos fue algo nuevo en la historia que sucedió después de la destrucción del Gran Templo ya que es bien sabido y aceptado por la mayoría de los judíos que los Salmos eran cantados y acompañados con instrumentos musicales dentro del Gran Templo en Shabbat y otras festividades. Si uno iba en Shabbat al Gran Templo en Jerusalem uno escuchaba instrumentos musicales. Pero debido a que los instrumentos traen alegría según los Rabinos (debo confesarles que hay ciertos obras orquestales y sinfónicas que me traen una tristeza infernal y me hacen emocionar hasta las lagrimas), los Rabinos mismos decidieron cambiar la tradición y dejar de usar instrumentos en Shabbat para recordar la amargura de haber perdido el Gran Templo. Más tarde esto derivó en las leyes con respecto a la reparación de instrumentos en Shabbat que claramente no se discutían cuando los instrumentos eran tocados en el Gran Templo en Jerusalem. Pero dejar de utilizar instrumentos musicales en Shabbat fue una decisión que cambió la forma en la cual tradicionalmente se practicaba el judaísmo anterior a la destrucción del Gran Templo.
Claramente estos ejemplos entre los miles que uno podría nombrar dejan en claro que lo que sucede en la historia mundial modifica la historia judía. Los judíos cambiaron y cambian su tradición para responder a las adversidades de la historia.
La historia afecta a la tradición. Siempre lo ha hecho y siempre lo hará.
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Pero es muy importante entender que para los judíos cuando algo cambia no significa que por eso no es verdad sino que en el judaísmo “la naturaleza de lo eterno y verdadero” contempla el cambio dentro de la tradición.
La Halajá representa el cerco que limita la subjetividad en la práctica judía y es el modo judío de vivir la vida. Este término es a menudo incorrectamente traducido como “ley” pero proviene de la raíz hebrea que significa “caminar”. El judaísmo es la manera en la que uno camina en el mundo. Y la naturaleza del “caminar” es claramente el “andar”. Algo que camina es algo que se esta moviendo y no está frenado ni congelado en el tiempo. Este el motivo por el cual nadie podría negar que la Halajá ha ido ajustándose a lo largo de la historia para hacer frente a los nuevos desafíos.
La sabiduría judía no es estática sino dinámica. El sabio en el judaísmo no es el que no se equivoca sino el que aprende cosas nuevas y cambia. Esto nos lo enseña nuestra propia tradición en Yom Kippur -el día del Perdón- donde reconocemos que Todos (absolutamente Todos) nos hemos equivocado de algún modo u otro y pedimos que se acepte nuestra posibilidad de cambiar para aprender cosas nuevas sobre nosotros mismos. En Yom Kippur pedimos disculpas por errores cometidos y luego permiso para cambiar y corregirlos.
Verdad y Fe para el judío son simples palabras que utilizamos para alivianar el temor de no poder aceptar que tradición no quiere decir “aquello que no cambia” sino “lo que cambia” dentro de la tradición.
La raíz del problema aquí es más simple de lo que parece. Muchas veces sentimos la necesidad de sostener Ideas Eternas y Verdades Absolutas que no puedan ser contradichas porque utilizamos una lógica binaria que nos obliga a pensar que si algo cambia entonces no es Verdad. Primero y principal “verdad” es tan solo una palabra más. Y como cualquier otra palabra también hace alusión a diferentes cosas de acuerdo a quien la está usando y qué entiende al usarla. Pero lo más importante es entender que la Verdad judía (al igual que su sabiduría) no es estática sino dinámica. Este proceso de intentar preservar el carácter esencial del judaísmo mientras se trata de ajustarlo y acomodarlo a los desafíos que la historia nos ha presentado ha mantenido al judaísmo como algo vital, vibrante y dinámico en lugar de fijo, inerte y estático.
De todos modos el desafío se nos impone porque es más sencillo habitar lo certero que tener el coraje de sostener la duda.No es simple abrazar el cambio como parte integral de la tradición y la existencia. Algunas personas necesitan la idea de la Eternidad y la Perfección para alivianar el sufrimiento de lo efímero y lo volátil de la existencia humana. En efecto las religiones presuponen la idea de lo Perfecto y Eterno. Pero cuando uno reflexiona que las cosas cambian uno acepta que uno mismo esta cambiando constantemente y por eso uno no es ni Perfecto ni Eterno y un día cambiará hacia otro estado que llamamos “muerte”. Tomar conciencia de esto último hace que ese temor se vuelva tan insoportablemente doloroso acarreando tanta banalidad sobre el sentido de nuestra existencia que aliviarlo requiere no pensar en él todo el tiempo, negarlo o simplemente buscar una Idea o Verdad que no se vea afectada por este cambio que interviene en todo lo que experimentamos. Con esto no quiero sugerir que aquellas personas que creen en Dios y practican una religión lo hacen solamente porque tienen miedo a la muerte. Pero si creo que muchos (y me incluyo claramente en esta lista) hemos buscando por motivos difíciles de explicar, lo Perfecto y Verdadero usando una lógica binaria en que no existan las contradicciones y todo cierre y tenga “sentido”. Para algunos lo Perfecto y Eterno tiene un nombre: lo llaman Dios. En mi opinión, Perfección y Eternidad son atributos que los humanos hemos depositado en Dios porque nosotros en nuestra humildad y sinceridad sabemos que carecemos de ambos. ¿Podríamos decir que tal vez necesitamos creer en esto de lo Perfecto, Eterno y Verdadero que llamamos Dios como una manera de convencernos que tiene que haber “algo que no cambia” proporcionándonos sentido al significado de nuestra propia existencia ayudándonos a evitar pensar o sentir que nuestra vida es tan efímera y cambiante como el resto de la Creación? ¿Qué nos hace creer lo que creemos? Definitivamente necesitamos las historias, mitos, ideales y verdades eternas porque sin ellas la vida parecería carecer de sentido dejándonos solamente un enorme e infinito vacío. Nadie puede tolerar vivir sin historia.
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La historia judía nos ha enseñado que cuanto más nos resistimos al cambio más lo sentimos. Los judíos hemos tenido la sabiduría de no resistir sino adaptarnos. Adaptarse no es algo malo sino que es aceptar la inevitable e incontrolable naturaleza del cambio que solo un obstinado se niega a ver como algo intrínseco de la vida y la Creación. De hecho nuestra propia vida muchas veces no es lo que soñamos, imaginamos, creemos o pensamos que nos merecemos o va a sucedernos. Nuestra propia vida es finalmente lo que vamos haciendo con aquello que nos va sucediendo y aconteciendo en la vida. Claramente nosotros nos vamos adaptando a cada segundo y sabemos perfectamente lo que es adaptarse a las condiciones que se nos presentan.
Definitivamente podemos ponernos no solo paredes sino montañas de protección frente a lo que consideramos “no-judío”, moderno, vulgar o peligroso para nuestra tradición y “verdad”. Así todo probablemente seremos salpicados y manchados de aquello mismo que estamos evitando ya que para evitarlo tenemos que saber qué es. En pocas palabras, no podemos evitar aquello que desconocemos. Pero podemos cometer el error de crear una nueva religión judía educando a las nuevas generaciones sólo en los textos escritos por judíos mientras que simultáneamente les decimos que no necesitan ir a una Universidad evitando así enseñarles quienes fueron Sócrates, Platón y Aristóteles (entre tantos otros grandes pensadores) privándolos de entender el pensamiento de Rabinos y pensadores judíos que se dedicaron a responder y conciliar las ideas no-judías como parte de su propia vida. Y aquí no hablo de Rabinos y pensadores oscuros o poco conocidos sino de judíos como Saadia Gaón, ibn Gabirol, Yehuda Halevi, ibn Daud, Bajia ibn Paquda, Maimonides, Gershonides, Hasdai Crescas, Abravanel y León Ebreo entre tantos otros. Ni que hablar de poder alguna vez entender a Spinoza -el último de los judíos medievales y el primero de los judíos modernos- quien definitivamente es la llave para entender la transición del mundo y pensamiento medieval judío al mundo moderno que hoy conocemos.
Resistirse al cambio no es lo que nos enseña el judaísmo. El Zohar (el compendio medieval más importante del misticismo judío) llama a sus enseñanzas-en un hermoso arameo- milin jadatin veatikin, literalmente palabras nuevo-antiguas. Lo antiguo y lo nuevo se fusionan en el judaísmo. El Estado Moderno de Israel es una continuidad de lo que siempre ha sido en el anhelo milenario del pueblo judío de retornar a la tierra prometida. Pero como volvimos a Israel en el siglo XX y no en la Edad Media, Israel es hoy el producto de algo completamente nuevo inspirado por un ideal completamente antiguo junto a la mezcla de judíos que regresaron de todas partes del mundo trayendo consigo milenios de interacción con otras culturas e idiomas. Israel en la modernidad es definitivamente una democracia y no una teocracia. Hay que adaptarse para abrazar esta idea.
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Tal vez deberíamos preguntarnos. ¿cómo fue que el judaísmo se transformó desde sus raíces bíblicas hasta el sistema altamente desarrollado que conocemos hoy en día? ¿Qué ha cambiado y qué se ha mantenido constante? Las respuestas a estas preguntas son relevantes para todas las religiones, así como para cualquier persona que quiera ampliar su comprensión de la historia antigua en un pasado que está inexorablemente vinculado con el presente.
Las raíces del judaísmo claramente se remontan a la Tora. Durante miles de años los judíos hemos recurrido y seguimos recurriendo a estas escrituras como fuente de nuestros orígenes y hemos localizado en estos textos los principios de nuestra fe. La Tora nos ofrece tristezas y la alegrías, sabiduría y sobre todo, una profunda creencia en lo que Dios espera de nosotros y nos ha prometido.
A pesar que los judíos de todas las generaciones hemos reconocido y apreciado la Tora como la fuente última de toda la existencia judía, mucho de lo que hoy es reconocido como judaísmo no aparece en la Tora y ni siquiera en todo el TaNaJ (es decir la Biblia Hebrea o lo que los cristianos llaman el “Antiguo Testamento”).
Por ejemplo, el TaNaJ nos habla entre tantos individuos de 2 personajes centrales: los Cohanim y los Reyes. Pero si le preguntamos a cualquiera hoy quién es la autoridad central en la comunidad judía seguramente la respuesta sea “El Rabino”. Curiosamente cuando uno lee todo el TaNaJ en ningún momento se menciona a los Rabinos ni a la figura rabínica. Por lo tanto uno podría preguntarse ¿de dónde surgen los Rabinos? ¿Cuándo surgen los Rabinos? ¿Por qué surgen? y ¿para qué surgen?
Y la respuesta es que cuando el Templo es destruido en el año 586 aC y los judíos son expulsados de la tierra de Israel, ciertas funciones desaparecen: los Cohanim vivían para el Templo y cuando el mismo es destruido este grupo ya no tiene nada para hacer. Por otro lado esta claro que un Rey sin monarquía o tierra no tiene mucho sobre que reinar. En ese momento crítico de la historia un grupo de judíos a quienes llamamos “prushim” o “fariseos” y que posteriormente serán llamados Rabinos, fueron los responsables de la supervivencia del judaísmo hasta la actualidad reemplazando el poder central del linaje de la casta sacerdotal por la sabiduría del conocimiento de la Ley judía. En pocas palabras hicieron 2 cambios espectaculares que aseguraron la continuidad y supervivencia del judaísmo: (1) suplantaron el sistema de sacrificios animales por uno temporal de plegarias que se remite a dichos sacrificios y que desea volver a Israel y volver a sacrificar animales en el Templo y (2) reemplazaron la noción de liderazgo de la comunidad basado en un linaje correspondiente a una casta sacerdotal hereditaria por otro en el cual el conocimiento o la sabiduría lo hace a uno líder del grupo creando así el concepto de Rabino o Maestro. Cualquiera que alcance una sabiduría que otros rabinos consideran digna, esa persona es llamada también rabino de acuerdo a lo que juzgan otros colegas suyos.
Así vemos que los primeros Rabinos eran judíos innovadores. No eran rígidos en sus posturas y comprensiones del judaísmo sino radicales y revolucionarios que intentaban ajustar y reformular el judaísmo de tal modo que pudiera respirar un nuevo aire haciéndolo significativo para aquellos que padecían la destrucción y desintegración de su pueblo con el fin del sistema de sacrificios de animales en el Templo y los nuevos gobiernos que ya no eran la monarquía de Israel sino los persas, los griegos y posteriormente los romanos.
¿Creen ustedes que las emociones de los judíos y sus prácticas no cambiaron con estos eventos? ¿Creen ustedes que el judaísmo no sufrió ninguna modificación cuando el Templo fue destruido? Si fuéramos judíos viviendo antes de la destrucción del Templo, Pesaj para nosotros no sería una cena ordenada siguiendo la lectura de la Hagadá que todavía no había sido escrita. Ni siquiera comeríamos guefilte fish. Pesaj sería para nosotros ir al Templo y darle al Cohen un animal para que lo asesine en nuestro nombre.
El poder del judaísmo y el desafío para muchas personas es sin duda el hecho que la reinterpretación convive con la aceptación profunda de las instrucciones originales de Dios con respecto a la práctica de nuestra fe.
Pero si lo que llamábamos “tradición judía” cambió con la destrucción del Primer Templo, sin dudas con la destrucción del Segundo Templo el judaísmo sufrió una remodelación y redefinición total completamente diferente con respecto a lo que se había desarrollado durante siglos antes de estos eventos.
De hecho luego de la destrucción del Segundo Templo el judaísmo nunca más volvería a ser el mismo.
Pero lo que vino después no fue un final, sino un comienzo. Las Sinagogas reemplazaron al Templo. La tefilá o plegaria emergió como una alternativa temporal al sacrificio de animales. Y el judaísmo rabínico con el tiempo se convirtió en el modelo institucional dominante de nuestra fe.
Pero esta evolución de un judaísmo que se iba reformando sucedió en medio de una tensión constante creada por dos fuerzas que aún compiten en la actualidad: continuidad y cambio.
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Por un lado existe la creencia ferviente en la continuidad inalterada de la tradición y las Escrituras judías-una creencia claramente expresada en la formulación rabínica, «Todo lo que un estudiante está destinado a enseñar ya ha sido revelado a Moisés en el Sinaí». (Talmud Ierushalmi Pea 2:6). De alguna manera lo que esta formulación nos está enseñando es que uno no arriba a las conclusiones de “la nada” sino que apoyándose en los escritos uno entiende algo y reconoce la fuente que lo inspiró. Y si esa comprensión que obtenemos es tan maravillosa y reveladora para nuestra propia vida entonces se nos impone la humildad de reconocer que debe pertenecerle a la tradición y no a nuestra efímera existencia.
Pero por otro lado los desafíos planteados por un mundo que cambia constantemente obligaron y obligan a adaptar las prácticas judías a las nuevas realidades sociales, culturales, políticas, religiosas e incluso geográficas con el fin de sobrevivir. Esto introdujo un constante proceso de innovación y cambio.
La conciencia de esta tensión entre continuidad y cambio ha estado siempre implícita en el judaísmo. De hecho la aceptación de esta tensión constituye el núcleo de una famosa leyenda contada por los propios rabinos. Los primeros Rabinos nos cuentan una historia que narra cómo a Moisés se le concedió el privilegio de visitar de incógnito -cientos de años después de su muerte- una clase en una yeshiva donde se estudiaba la Tora que él mismo había recibido de Dios en el Monte Sinaí. La clase la estaba dando Rabbi Akiva, el sabio judío más prominente del siglo II. Mientras Moisés escucha con emoción la discusión de la Tora, oye que Rabbi Akiva atribuye un tema particularmente difícil de responder como parte de una ley «dada a Moisés en el Sinaí». Moisés se da cuenta que ni siquiera puede reconocer esta ley que está siendo discutida cuando la ley supuestamente había sido entregada a Moisés mismo. (Fuente: Menajot 29b).
Que los Rabinos hayan escrito una historia así y la hayan preservado solo puede enseñarnos una cosa: ellos sabían muy bien que el sistema legal sobre el que se construye todo el judaísmo ha sido reinterpretado de forma continua e incluso de manera innovadora para reflejar las realidades cambiantes del mundo en el que vivimos. Lo apasionante es que al mismo tiempo la ley se sigue entendiendo como revelada en su totalidad a Moisés en el Monte Sinaí sin necesidad de explicación o justificación. De hecho, la innovación y reinterpretación necesarias para hacer frente a las nuevas realidades nunca podría haber sido etiquetada como tal ya que eso hubiera roto los enlaces con la revelación divina en el Sinaí.
Las lecciones que los judíos tuvimos que aprender después de la destrucción del Primer Templo y la dispersión de nuestro pueblo por todo el Medio Oriente y el resto del mundo nos acompañaron a lo largo de toda la historia judía. Y estos desafíos se encuentran en el corazón de lo que el judaísmo es hasta el día de hoy.
¿Debemos hacer hincapié en la identidad étnica judía o en la distribución geográfica judía? ¿Debemos decir que somos realmente una religión o somos una forma de vida? ¿Debemos establecer esta “forma de vida» dondequiera que residamos del modo que el profeta Jeremías nos aconsejó o debemos restringirla a un solo punto geográfico siendo este lugar la tierra de Israel? ¿Cuánto de lo que somos es judaísmo “puro” sin interacción del mundo circundante? ¿Existe realmente algo así en la actualidad como “Judaísmo Verdadero“ que no haya sido afectado por la interacción con otras culturas? ¿Existe un judaísmo hoy que no posea nada de la interacción milenaria con otros pueblos a lo largo de todo el mundo? ¿Acaso no es el judaísmo el producto de tradiciones, valores y practicas consolidadas a partir de la interacción con otras culturas, tradiciones e idiomas?¿Qué vamos absorbiendo de cada lugar al que llegamos? y en forma inversa ¿qué absorbe de nosotros el lugar al que llegamos y la gente que allí vive? ¿Cuánto de lo que pensamos y hacemos es producto de la asimilación de las culturas a las que históricamente fuimos llegando? Sin un gobierno común, sin un lenguaje en común y sin una tierra en común durante toda la experiencia milenaria judía, ¿tenemos los judíos una historia o múltiples historias? O para decirlo de otro modo, ¿hay algo en común entre un judío que vivía bajo la dominación del Rey David en Jerusalem y un judío viviendo hoy en la comunidad judía de Hong Kong por ejemplo? Los judíos viviendo en el siglo XXI en Argentina, ¿tienen algo en común con el Rey Saúl, David, Salomón y todos esos nombres que leemos de la Biblia? ¿Existe una cultura judía inalterada o por el contrario existen culturas judías afectadas por la historia?
En otras palabras, ¿realmente no ha cambiado nada en el judaísmo?
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Para finalizar volvamos una vez más a los dos argumentos errados que presentamos al principio. Espero que hayamos podido entender que (a) el judaísmo ha cambiado en repetidas ocasiones y (b) el judaísmo Ortodoxo y los judíos Ortodoxos no necesariamente practican el mismo judaísmo que Moisés o Maimonides practicaban ni lo que ellos mismos llamaban “tradición judía”.
Lo que algunos judíos Ortodoxos creen y hacen (aunque paradójicamente el judaísmo Ortodoxo no requiere eso de ellos) es pretender que nada ha sido alterado, que el ser humano sigue siendo el mismo de siempre y que todo ha sido siempre igual. Incluso algunos imaginan que las preguntas del hombre moderno siguen siendo las mismas que del hombre antiguo o medieval. Podemos hacer esto ya que del mismo modo que podemos fantasear o imaginar nuestra muerte o nuestra inexistencia en el mundo podemos también imaginar que los judíos hace mil años se hacían exactamente las mismas preguntas que hoy y tenían los mismos desafíos. Definitivamente la realidad sigue superando a la ficción. Pero tenemos la posibilidad y capacidad de ponernos ese chip en la cabeza y como los locos creer lo que queramos creer. No es fácil cambiar ni abrazar la incertidumbre.
Es cierto que si cambiamos toda la tradición de la noche a la mañana -del modo que los primeros Reformistas lo hicieron- vamos a evaporarnos muy rápidamente. Pero por otro lado, si no aceptamos el cambio corremos el riesgo de momificarnos y terminar vistiéndonos como lo hacían los judíos de una pequeña parte de nuestra milenaria historia en la fría Rusia, aún cuando vivamos bajo los 35 grados de un caluroso verano en Jerusalem. (¿Tal vez en Jerusalem deberíamos adoptar una tradición más antigua o “verdadera” que la de los judíos que vivieron en Rusia y vestirnos como lo hacían los judíos Medievales en España con túnicas, turbantes y prendas de lino más cómodas para enfrentar otras condiciones climáticas?).
El judaísmo del año 2012, en cualquiera de las denominaciones, es diferente al judaísmo de los siglos pasados. Eso es así porque el tiempo cambia la historia y la historia inevitablemente cambia al judaísmo también, más allá que esto nos guste o no.
Como pueden observar, en todo este aspecto soy provocativo para algunos cuando definitivamente creo que el Pueblo Judío no es solamente el “pueblo elegido” sino que es “el pueblo que elige”. Y con esto quiero decir que este es un pueblo que, más allá que Dios lo designó como algo especial en la Tora, ha decidido asignarse a sí mismo el rol de ser una luz para la naciones y elegir siempre la vida, la continuidad, la ética, los valores, la moral, la justicia, el trabajo, la responsabilidad, el compromiso, la continuidad de su historia y la necesidad de generar cambios con el objetivo no solo de sobrevivir sino prosperar en la misión de esforzarse para cada día hacer del mundo un lugar mejor aproximándolo a la era mesiánica.
En tanto a través de nuestra propia libertad responsable somos un pueblo que elige continuar incluso si debemos cambiar y adaptarnos para seguir adelante.
B’H Shalom me facino, me encanto, ,e llego al corazon y sobre todo me animo a seguir adelante……Mi gracias y que HaShem bendiga tu corazon y mente para seguir hablando de esta manera!
Querido Ad,
gracias por tus palabras! Ahora tú me has animado a mí a seguir adelante!
Saludos
Diego
shalom jamas escuche una persona tan desimformada de tora ,que falta de estudio de conosimiento el unico moderno aca eres ha estudiar carajo ahora
Hola Shmuel,
no entendí muy bien el comentario «el unico moderno aca eres ha estudiar carajo ahora».
Saludos,
Diego
No tengo la dicha de ser judía, o tal vez tenga algún parentesco con Laguna raíz de los muchos geográficamente dispersos, no lo sé, nunca lo investigué. Pero amo a ese pueblo porque ahí se dio a conocer Elohím de Israel y del universo. Ahí nació como un humano común Yahshúa HaMashiah, Yahweh el Creador. Hace algún tiempo estoy visitando una congregación mesiánica, me gustan las alabanzas pero no todo lo que enseñan. No me voy a otra porque no hay otra en la ciudad donde vivo. Me parece muy acertado lo que usted escribe, aunque no lo leí todo. Me gustaría saber cómo y dónde conseguir una Tanah hebrea, por favor si me puede indicar ahí le escribo mi a-mail.Shalóm
Excelente artículo para meditar y volver a meditar sobre lo que es el judaísmo de hoy.
Muchas gracias Diego Edelberg. Que el Eterno te bendiga.